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Última modificación el enero 29, 2016 by Cristian Vanegas

[vc_row type=»in_container» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ width=»1/1″][testimonial_slider][testimonial title=»Testimonial» tab_id=»1454088074366-5″ name=»José Ortega y Gasset» quote=»Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo»] Click the edit button to add your testimonial. [/testimonial][/testimonial_slider][vc_column_text]Me pregunté alguna vez cuál era el miedo que se le tiene a aquellos rincones oscuros que la complicidad de la noche crean. Y recordé el miedo que tenía cuando niño a ver bajo la cama ¿Qué pudo haber ahí que pudiese espantarme?

Fueron innumerables las noches en las que quise montar guardia o echarle un vistazo bajo la cama. A pesar de que ya no soy un niño, me rehusé siquiera a hacer el intento. Que todas esas veces terminó en el pensamiento. Hasta que un día pensé ¿y si le echo un vistazo a lo que hay de día? Y fue así como me decidí a mirar bajo mi cama. No habían más que un montón de cajas llenas de fotocopias de la universidad que no quise desempolvar. “¡Vaya idiota! ¿Qué creía que iba yo a encontrar bajo mi cama de día?”, pensé.

Y fue así que, decidido a conocer los misterios del mundo que hay bajo la cama, me aventuré a echar un vistazo. Lo hice y lo que encontré no fue precisamente una oscuridad absoluta. Tal y como en el día hay colores más brillantes, en aquella oscuridad habían sombras más negras. Olvidé mis miedos infantiles y me atreví a meterme bajo la cama gateando entre cajas, entre documentos que tienen su historia pero que sin verlos no pueden volver a pasar por mi mente. De repente se hizo la luz y no me cegó. Era como si ya hubiese estado en la luz sin siquiera darme cuenta.

¿Qué podía ser la luz más que la derrota de mis propios miedos? Llegué a pensar. Y justo frente a mi logré ver a una persona de mi misma estatura pero sin rostro, como si la tinta que dibujaba su rostro se hubiese corrido con el agua. Sin que siquiera tuviese ojos sentí que me miraba. Sentí que éramos viejos conocidos. Él era yo. Él era para mi el pasado, yo su futuro y mi cabeza enredada el presente.

El efecto cegador de la luz había llegado tarde y todo se puso blanco hasta desvanecerse. Abrí los párpados y estaba sobre mi cama, la oscuridad me rodeaba y eran las 4 de la mañana.

Bajo la cama moraban mis miedos. Bajo la cama moraba yo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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